La comunicación

La comunicación es un bien compartido, inevitable y esencial en las relaciones humanas. Es imposible no comunicar, sea cual fuere el lenguaje elegido para hacerlo. Comunicamos con las palabras, los gestos y las actitudes. Lo hacemos consciente e inconscientemente, podemos decir algo verbalmente que sea congruente con el gesto que lo apoya, pero también que sea su opuesto.
Podemos decir, por ejemplo, te quiero, y acompañar esa declaración con una caricia, o expresarlo desde la distancia fríamente, como una demostración de compromiso.
La comunicación es el soporte basal para las relaciones humanas, es lo que permite el contacto profundo entre las necesidades, los afectos, las demandas. Sobre ella es posible construir el ser en pareja a través de la vida en común. Pocos dudarían de la relevancia de este aspecto para un proyecto perdurable, sin embargo, también son pocos los que se preocupan de mantener los canales de comunicación abiertos y flexibles.
Aparentemente las personas pueden dialogar sobre distintos aspectos de la cotidianeidad, sobre el trabajo, proyectos, vida familiar, amistades o sobre cualquier hecho que haga noticia, pero esta fluidez no parece expresarse del mismo modo en otros territorios más profundos. Lo contradictorio de esta situación es que en la vida de la pareja, por lo menos en sus inicios, estos intercambios emocionales acerca de los sentimientos, los afectos y los deseos de cada uno estaban presentes, ocupando un espacio virtual mucho mayor que las conversaciones centradas en temas generales.
Parece, sin embargo, que a medida que aumenta el conocimiento mutuo y el tiempo de convivencia, ya no se siente tan necesario continuar con estos intercambios. Los datos centrales se dan por sabidos, sin comprender que, así como las personas cambian, sucede lo mismo con sus necesidades. El diálogo centrado en esos cambios y en las nuevas demandas es imprescindible para que cada uno se sienta entendido por el otro.

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