Desde rituales ancestrales el hombre a tratado de imitar a la naturaleza para conectarse con ella, transformarse en ella. Desde los griegos el rostro se cubrió de calabazas huecas y sonoras para amplificar la voz, crear seres divinos, semidioses y héroes que contaban una historia, un golgorio bacanal, luego la comedia, la tragedia.
Orientales maquillaron su faz del rojo, blanco y negro, crearon señores, doncellas, geishas, ancianos, el poder, la sabiduria. Con el kabuki cambian los rostros, la comedia del arte se masifica y los actores son protagonistas de sus propios seres incertos en su imaginación y aparece la caracterización. Un personaje sin rostro, un ser inacabado que necesita del espejo para saber quien es, formarse, tener vida y simplemente llegar a ser protagonista en el teatro de la vida.
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